Había una vez, en un bosque encantado, un espíritu travieso llamado Lila. Lila
solo aparecía cada 15 de junio, y decían que si la veías en tus sueños, pronto
recibirías una sorpresa llena de alegría. Lila tenía un hermano llamado Milo, que
parecía siempre estar serio, pero en realidad, ambos sentían tristeza porque los
habitantes del bosque habían olvidado cómo abrazar la felicidad.
Un día, Lila y Milo se encontraron bajo el árbol más antiguo del bosque y se
preguntaron por qué todos estaban tan callados y apagados. Descubrieron que la
tristeza no era por ellos, sino porque la gente había dejado de compartir sus
sonrisas y de ser amable. Entonces, Lila y Milo decidieron organizar una gran fiesta
para todos los espíritus y niños del bosque. Había pan dulce y frutas jugosas,
pero faltaba algo especial: chocolate caliente.
En ese momento, apareció una niña llamada Esperanza, que traía consigo una jarra
de chocolate mágico. Al probarlo, todos comenzaron a reír, a bailar y a
abrazarse. Mientras bailaban bajo la luz de la luna, Lila se transformó en un ángel de
ojos brillantes y alas rosadas con destellos dorados. Su luz iluminó el bosque y
llenó los corazones de ternura y felicidad.
Desde ese día, Esperanza conoció a un amigo llamado Cariño, y juntos enseñaron a
todos que la verdadera alegría nace de compartir, de ser humildes y de ayudar a
los demás. Así, el bosque volvió a llenarse de risas, abrazos y colores, y cada
15 de junio, todos recordaban la magia de Lila y la importancia de la felicidad
y el amor en sus corazones.
Dicen también que si recuerdas a Esperanza en tus sueños y conversas con ella, al día siguiente un rayo de luz y amor aparecerá. No
será un milagro, sino que lo verás en los rostros de familias y amigos que
encuentres en la calle o en la escuela.
Te lo cuento porque yo la vi, y ahora también te veo a ti. Ver mi rayo de
esperanza ha sido lo más bonito que me ha pasado.